Cuentan que tras la muerte de cada rey, los antiguos persas 'celebraban' cinco días de anarquía. La idea era que los tumultos, el desorden y las desgracias calmaran su rebeldía y los hicieran más fieles al sucesor. No estoy convencido de que fuera una costumbre real, pero sí de que es una preocupación constante en casi todos los ámbitos de la vida. Sobre todo, en aquellos sitios donde la muerte de un estándar se vive como algo profundamente traumático.